sábado, 23 de febrero de 2013

La pardillada de ayer

Cada día tiene su historia, y si hacemos un esfuerzo, seguro que lo podemos definir con una sola palabra... Pues la de ayer fue: inocentada, pardillada, novatada, elegir la que más os guste, o mejor, hacer un mix de todas ellas y sacar una idea precisa de mi día.

Pero bueno, como sé que es sábado por la noche, y quien más quien menos, se tomará un algo (que rondará desde un zumo de naranja, hasta varios gin-tonics), pues os lo cuento yo, y así no hay  "tanto que pensar".

Viernes. Mi jefe me reclama a doble turno, primeramente me dice que le da palo porque sabe que vivo muy lejos... pero finalmente se sobrepone, y se la sopla. Te jodes y vienes dos veces, ¡novato!

Pero uno que se va conociendo "la ciudad", y que sobre todo, se ha levantado vago y con ganas de probar nuevas experiencias, se pone el mundo por montera y decide ¡coger el autobús! 
Ahí es ná... uno echao pa'lante... 

Por ahora sin problema, viene, calculas la frecuencia, mides el tiempo del trayecto, aseguras las paradas... Llegas a trabajar, un día sin más historia, sirves, recoges, cobras... Nada nuevo.
Y de vuelta a casa, más de lo mismo, autobús, aseguras las horas, miras los números, calculas el tiempo del trayecto, esta vez no pagas, ya lo has hecho por la mañana... ¡¡No, no me he colado!!
Símplemente, he sacado un bono para todo el día.

Y así, sin comerlo ni beberlo, te dan las 18h, y vuelves otra vez con tu rutina, autobús, trabajo, autobús, habitación...

¡¡Ja!! Eso es lo que tu te crees.

Llego a la parada y hay una chica esperando, debe estar medio desesperada, porque según aparezco, me pregunta. Parece que lleva esperando más tiempo del normal (unos 25'). 
Intento tranquilizarla diciéndola que ya no puede tardar mucho... Al fin y al cabo, estos británicos se les presupone muy puntuales. Y al fin y al cabo, ya han pasado cuatro buses en dirección contraria (¿ande andarán?). 
Allí pasamos los dos el rato, charlando y tiritando (ya han caído el sol, el mercurio y las ganas de pasarlo mal). Al rato, miro mi reloj y me impaciento de verdad, y ella, ya desesperada me dice de compartir un taxi. Miro otra vez el reloj y le digo que sí, que sino, no llego.

El taxi tarda también lo suyo, y eso a pesar de las precisas indicaciones que yo le doy a la chica, y ella transmite a la teleoperadora, que finalmente deberán llegar al conductor. ¡¡que cojones, ni que esto fuera tan grande!! Si en todo el pueblo hay cuatro paradas de autobús, si no es en una, pues sigue hasta la siguiente...

Así que me cago en la puntualidad inglesa, en la mierda del dayride y en media Escocia por querer la independencia... Pero bueno, al final, pago al taxista y llego a mi hora.

Todavía me queda que soportar a los inglesitos pidiéndome de comer, a mi que todavía no he probado ni la comida india ni la thay, y eso que la he paseado varios kms ya, en tramos de a pocos metros de la cocina a la mesa.

Menos mal que hoy sólo serán dos horas en el turno de cenas, eso sí, con el salón lleno, y estrenando el del piso de arriba (pobrecitos, lo teníamos medio abandonados).

Pero ya está, autobús de vuelta (que para algo has pagado 3 libras como tres soles) y al calorcito de mi radiador...

¿Os lo imagináis? De nuevo ¡¡ja!!

Menos mal que en la parada del pueblo, hay unos luminosos que te dicen el tiempo que va a tardar en llegar. ¡¡Una hora!! Si tardo menos en llegar andando...
Una vez más, y empieza a ser una constante en mi vida, y sobre todo en este país, ¡cambio de planes! 
Uno que se siente feliz, que se sabe con dinero en el bolsillo y que no le cuesta tirar de tarjeta, se lanza a la vida contemplativa, al gasto desenfrenado y al derroche de tiempo y de dinero, y se va al McDonald a cenar. Y a pasar una hora como sea.

Mcmenú, helado, soportar a los adolescentes (mierda pa'mi, lo que todos los profes del mundo saben, yo olvidé... viernes por la noche, en un sitio sin discos light, todos los adolescentes se juntan en el McDonald a gritar a la vez desde todas las esquinas... para colmo, todos los McDonald del mundo tienen wifi gratis... ¡¡para que queremos más!! el paraíso de las Black Berrys).

Y claro, el único autobús en una hora, es también el autobús de las hormonas... toque de queda adolescente.

Resumiendo, tras una mañana tranquila, que nada hacía presagiar... todas las desgracias del novato se juntan para formar una tarde para olvidar, o mejor no, mejor recordar siempre y así no volver a tropezar.

Y ahora, mis queridos lectores, como muchos de vosotros, me voy al pub a tomar un algo fresco... Aunque lo fresco puede que sólo sea el paseo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario